domingo, 27 de mayo de 2012

Historia de la Ranita Sofía

Vivía en un charco del Nilo una rana llamada Sofía, una rana vieja, muy vieja, tan vieja que había conocido a un tal Amenofis, al que llamaban "faraón" y también el "tercero". Aquel tipo, se pasaba los días, cuando no iba de guerra, preguntándose el porqué su nación, Egipto, no era mas grande, mas poderosa.
Los sacerdotes (y la rana había sido testigo) no hacían otra cosa que darle razones, un tanto estúpidas, basadas en que un tal Amón, al que nadie había visto y al que llamaban dios, deseaba mas riquezas, mas conquistas, mas esclavos, en definitiva mas sangre. Todo se les vino abajo cuando el tal Amenofis III (mejor así, palito, palito, palito que no "el tercero") se les quedó tieso.
El pueblo les preguntaba que porqué se les había muerto el asesino aquel, y los sacerdotes respondieron con nuevas sartas de tonterías sobre el dios Amón, y que no pasaba nada; todo era cuestión de poner otro faraón, otro Amenofis, esta vez el IIII (demasiados palitos, mejor IV), hijo del muerto para mas continuidad. Y nuestra vieja, viejísima rana, tomó testimonio de todo aquello.
Pero el nuevo Amenofis, un tipo con una cara tan rara que asustaba, les salió respondón y dijo que las razones y los porqués los poseía un tal Atón, también dios, pero mas majo porque como coincidía con el sol, el pueblo lo podía ver por el día y le podía orar y el tal Atón les veía y luego, cuando se fueran al país de los muertos les premiaría, etc.
El tal Amenofis dejó de llamarse así y dijo que le llamaran Aken-Atón. Los sacerdotes le dijeron que aquello no era ni dios ni nada, que Atón era una birria comparado con Amón. Akenatón les hizo un "experimento metafísico" consistente en meter un geranio en una cueva, lejos de la "influencia benéfica del dios Atón", y claro, el geranio, sin luz, "la palmó". A estas alturas, nuestra rana no se acuerda de mucho de lo que pasó, porque estaba en medio de un ataque de risa.
Pasaron muchos siglos, muchos faraones y mucha agua por el Nilo. Estaba un día Sofía en un estanque de la ciudad de Alejandría, al lado de un gran edificio cuando se le acercó una niña llorando desconsoladamente
--¿Que te pasa? -- le dijo nuestra rana -- ¿Porqué lloras de esa manera?
-- Porque les he preguntado a los sabios filósofos de la Biblioteca porqué vuelan los pájaros, si pesan mas que el aire. ¡Y me han regañado! ¡No hay derecho a tratar así a una niña!
-- Se han enfadado porque no conocen la respuesta. No son sabios. No saben nada.
-- ¡Pero no me había dado cuenta! ¡Eres una rana y hablas!
-- Sí, soy una rana "escurridiza y asquerosa", me llamo Sofía y hablo porque si no, reviento
La niña cambió el llanto por la risa
-- ¡Qué nombre tan bonito! ¡Sofía, o sea, Sabiduría! Yo me llamo Hipatia ¡Espera a que le cuente a Teón, mi padre, que he hablado con una rana sabia!
-- ¡No! No se lo digas a nadie. Que sea nuestro secreto. Los mayores no lo entenderían.
-- Sofía, he llorado porque quiero ser sabia  y los demás sabios no me dejan. ¿Qué crees que debo hacer?
-- Hipatia, la gran mayoría de ellos no son sabios. No se hacen la pregunta correcta.
--¿Y que pregunta es esa?
-- Se preguntan "porqué". Porqué el agua fluye, porqué se mueven los cuerpos, porqué muere el hombre. Y no llegarán nunca a ninguna conclusión. Jamás serán sabios.
-- Sofía, no entiendo pues que tipo de pregunta ha de hacerse el sabio.
-- Pregúntate el "cómo". Cómo fluye el agua, como se mueven los cuerpos, como muere el hombre. Si te las consigues contestar, ¡serás sabia!.
Cuenta la leyenda que cuando Hipatia fue linchada por "saber", y mientras agonizaba, una ranita verde y asquerosa le susurró algo al oído, algo que nadie más pudo oír.
Hipatia en su agonía sonrió.
Los testigos afirmaron que Hipatia murió feliz.

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