martes, 29 de mayo de 2012

Faraones, sacerdotes, dioses y demás...

Hacía un día precioso, uno de esos días claros y diáfanos de la primavera madrileña, con ese cielo totalmente azul, maravilloso, "Ganz blau!" que diría mi amigo Hans, alemán de Braunschweig. Con una cerveza, una bolsita de patatas fritas, sentado cerca del agua en la escalinata del monumento a Alfonso XII en el Estanque de El Retiro, me parecía haber encontrado un lugar cerca del cielo. Estaba muy cerca de experimentar un dicho muy nuestro: "De Madrid al Cielo".
De repente, realidad o imaginación, el caso es que una rana saltó del agua y fue a posarse a mi lado.
-- Hola Felipe -- me dijo
-- ¡Hola! ¿Sofía?
-- Si, soy Sofía. ¿Que hiciste con lo que te conté de Hipatia?
-- Lo he puesto en un Blog que he abierto en tu nombre. ¿Te parece bien?
-- Sí, "parésceme"
-- Oye, ese español que hablas es raro, no se si es correcto, pero sí se que está en desuso.
-- Perdón, pero es que he estado hablando con una persona de escasa cultura, de hecho apenas si sabía leer, y se me ha pegado.
-- ¿Y qué le has enseñado?
-- Nada, me ha enseñado ella a mí.
-- Vale rana, "Touché!". Oye, te quería preguntar por los egipcios, por los sacerdotes, los faraones, sus dioses. Parece como si los consideraras una especie de escoria intelectual. Eres un "muchín" anticlerical y antipolítica ¿Verdad ranita? ¿Tu también estás Indignada?
-- Felipe, estoy indignadamente Indignada. Si te fijas soy verde, pero además estoy verde de indignación. Os está pasando como a los egipcios.
-- ¡A ver, a ver! ¡Explícate!
-- Los sacerdotes eran personas muy observadoras, y eran sacerdotes porque de sus normas, que los faraones seguían a pie juntillas, dependía la pervivencia de su Estado, del Imperio Egipcio. Eran especialistas en el "cómo" debe ser un sistema de gobierno para que el Estado perdure.
-- Entonces, que pasa. ¿Al final eran "cojonudos"?
-- Si pertenecías a la élite de aquel estado, entonces sí; en caso contrario lo podías pasar muy mal.
-- No entiendo
-- ¡Tenían planificadas hasta las guerras! Conocían con una precisión increíble el estado de sus recursos y a cuantas bocas eran capaces de alimentar. Basándose en la observación de las subidas y bajadas anuales del Nilo podían predecir con mucha antelación sus necesidades. Cuando preveían que iban a faltar recursos, montaban guerras. Volvían de ellas los mas fuertes; los mas débiles caían en el campo de batalla.
-- ¡Rana, eso no me lo creo! ¿Tu te crees que el pueblo llano es tonto? Eran egipcios y estaban mas atrasados que la polillas
-- Los sacerdotes hicieron lo mismo que se hace hoy en día. Crearon para el pueblo llano unos "porqué" un tanto absurdos basados en Amón, Atón, Isis o cualquier otra tontería.
-- ¡Te repito rana que hoy no pasa eso!
-- ¿Entonces eso del Estado de Derecho, en donde te pueden asesinar impunemente, y no pasa nada, qué es? ¿Y la majadería de la representatividad parlamentaria es acaso una verdad absoluta como la muerte? ¿Y es cierta la independencia política del Poder Judicial?
-- Pero eso son avatares normales que ocurren hasta que las leyes se adecuen lo suficiente para cumplir los planteamientos políticos básicos.
-- Felipe, la Libertad, la Igualdad en definitiva la Democracia, junto con la Justicia y el Orden son porqués. Si hubieran nacido de preguntarse "cómo", no existirían conflictos dentro de  la Democracia entre la Igualdad y la Libertad, entre el Orden y la Justicia
-- Bueno rana, además de hacer calor me estoy calentando. Hala guapa, hasta otro día.
La puñetera rana aquella saltó del escalón al agua.
Dice el refrán: "Hace un día precioso; verás como aparece un jilipollas y lo estropea".
A mí me jodió el día una mierda de rana.

domingo, 27 de mayo de 2012

Historia de la Ranita Sofía

Vivía en un charco del Nilo una rana llamada Sofía, una rana vieja, muy vieja, tan vieja que había conocido a un tal Amenofis, al que llamaban "faraón" y también el "tercero". Aquel tipo, se pasaba los días, cuando no iba de guerra, preguntándose el porqué su nación, Egipto, no era mas grande, mas poderosa.
Los sacerdotes (y la rana había sido testigo) no hacían otra cosa que darle razones, un tanto estúpidas, basadas en que un tal Amón, al que nadie había visto y al que llamaban dios, deseaba mas riquezas, mas conquistas, mas esclavos, en definitiva mas sangre. Todo se les vino abajo cuando el tal Amenofis III (mejor así, palito, palito, palito que no "el tercero") se les quedó tieso.
El pueblo les preguntaba que porqué se les había muerto el asesino aquel, y los sacerdotes respondieron con nuevas sartas de tonterías sobre el dios Amón, y que no pasaba nada; todo era cuestión de poner otro faraón, otro Amenofis, esta vez el IIII (demasiados palitos, mejor IV), hijo del muerto para mas continuidad. Y nuestra vieja, viejísima rana, tomó testimonio de todo aquello.
Pero el nuevo Amenofis, un tipo con una cara tan rara que asustaba, les salió respondón y dijo que las razones y los porqués los poseía un tal Atón, también dios, pero mas majo porque como coincidía con el sol, el pueblo lo podía ver por el día y le podía orar y el tal Atón les veía y luego, cuando se fueran al país de los muertos les premiaría, etc.
El tal Amenofis dejó de llamarse así y dijo que le llamaran Aken-Atón. Los sacerdotes le dijeron que aquello no era ni dios ni nada, que Atón era una birria comparado con Amón. Akenatón les hizo un "experimento metafísico" consistente en meter un geranio en una cueva, lejos de la "influencia benéfica del dios Atón", y claro, el geranio, sin luz, "la palmó". A estas alturas, nuestra rana no se acuerda de mucho de lo que pasó, porque estaba en medio de un ataque de risa.
Pasaron muchos siglos, muchos faraones y mucha agua por el Nilo. Estaba un día Sofía en un estanque de la ciudad de Alejandría, al lado de un gran edificio cuando se le acercó una niña llorando desconsoladamente
--¿Que te pasa? -- le dijo nuestra rana -- ¿Porqué lloras de esa manera?
-- Porque les he preguntado a los sabios filósofos de la Biblioteca porqué vuelan los pájaros, si pesan mas que el aire. ¡Y me han regañado! ¡No hay derecho a tratar así a una niña!
-- Se han enfadado porque no conocen la respuesta. No son sabios. No saben nada.
-- ¡Pero no me había dado cuenta! ¡Eres una rana y hablas!
-- Sí, soy una rana "escurridiza y asquerosa", me llamo Sofía y hablo porque si no, reviento
La niña cambió el llanto por la risa
-- ¡Qué nombre tan bonito! ¡Sofía, o sea, Sabiduría! Yo me llamo Hipatia ¡Espera a que le cuente a Teón, mi padre, que he hablado con una rana sabia!
-- ¡No! No se lo digas a nadie. Que sea nuestro secreto. Los mayores no lo entenderían.
-- Sofía, he llorado porque quiero ser sabia  y los demás sabios no me dejan. ¿Qué crees que debo hacer?
-- Hipatia, la gran mayoría de ellos no son sabios. No se hacen la pregunta correcta.
--¿Y que pregunta es esa?
-- Se preguntan "porqué". Porqué el agua fluye, porqué se mueven los cuerpos, porqué muere el hombre. Y no llegarán nunca a ninguna conclusión. Jamás serán sabios.
-- Sofía, no entiendo pues que tipo de pregunta ha de hacerse el sabio.
-- Pregúntate el "cómo". Cómo fluye el agua, como se mueven los cuerpos, como muere el hombre. Si te las consigues contestar, ¡serás sabia!.
Cuenta la leyenda que cuando Hipatia fue linchada por "saber", y mientras agonizaba, una ranita verde y asquerosa le susurró algo al oído, algo que nadie más pudo oír.
Hipatia en su agonía sonrió.
Los testigos afirmaron que Hipatia murió feliz.